Karin Pucher
Karin Pucher
Klagenfurt/Austria

Dios ayuda con los pequeños y con los grandes problemas...

Al comienzo de la pandemia del Coronavirus, en 2020, en Austria todavía se permitía el uso de mascarillas de tela caseras. Cosidas por uno mismo o compradas, cualquiera de las dos estaba bien para mí. Al principio, en el primer encierro, cuando sólo se permitían las compras cortas de comestibles, no tuve problemas con la mascarilla. Después del confinamiento, cuando se volvió a permitir la apertura de otras tiendas, se podía estar en la tienda un poco más, y había varias personas esperando en la caja registradora, empezó mi problema. Tenía miedo de no poder respirar bajo la mascarilla. Empecé a sudar y a inquietarme. No pude terminar de comprar en la tienda e incluso tuve que dejar la mercancía que había seleccionado en la tienda. Mi solución al problema fue hacerme una mascarilla que me permitiera más aire. Entonces se hizo obligatorio llevar la llamada FFP2, en todas partes, incluso en los servicios religiosos. A través de esta mascarilla recibía mucho menos aire que antes. Me di cuenta: el virus no va a pasar pronto. Tengo un problema que otras personas no tienen. Celebrar los servicios religiosos sólo a través de YouTube tampoco puede sustituir a los servicios religiosos reales a largo plazo. El peligro de tener que salir de la iglesia después de sólo 10 minutos y centrar todos mis pensamientos sólo en conseguir suficiente aire me motivó a buscar una solución.

¿Qué había percibido? Un paño delante de la boca y la nariz desencadena en mí el miedo a desmayarme. ¿Cuál fue la causa de esto? Cuando era una niña de primaria, alrededor del año 1970, me operaron de las amígdalas. Me anestesiaron con un paño lleno de éter presionando sobre mi boca. Me desperté durante la operación y me volvieron a anestesiar.

Acudí a un sacerdote con mi problema porque sé por experiencia que ningún problema es demasiado pequeño o demasiado grande para Dios y podemos pedirle ayuda en cualquier cosa. El sacerdote rezó conmigo para que sanara el recuerdo de este trauma infantil. Esto incluía perdonar a las personas que causaron este trauma. Y sí: Jesús tampoco me abandonó esta vez y me quitó el miedo a la falta de aire bajo la mascarilla. Puedo informar con gran alegría y gratitud que hasta el día de hoy no han surgido más problemas e incluso pude asistir a un servicio de bendición con la mascarilla durante dos horas sin ningún problema.

Overwiev