Ayudantes en la viña de Dios

Suena extraño, pero: Dios nos necesita, aunque sea el Todopoderoso.

Esto tiene que ver con nuestra libertad humana, que Él respeta incondicionalmente.

Quiere salvar a todas las personas, sin excepción. Para ello, se ha humillado hasta hacerse humano, lo cual es una humillación incomprensible de su divinidad. Quiere darnos su amor. Sin embargo, para que este don corresponda a su perfección divina, debe ir unido a la libertad de elección para aceptar este don, pero también para poder rechazarlo. Sólo mediante esta libertad de elección para nosotros, los humanos, su don de amor se convirtió en un don perfecto.

Si se hubiera revelado a nosotros los humanos como Dios para mostrarnos el camino de nuestra salvación, nunca habríamos podido decidirnos en contra de él una vez que hubiéramos reconocido su incomprensible grandeza. De repente, ya no tendríamos libertad de elección. Por eso Dios tuvo que hacerse pequeño en Jesús para poder encontrarse con nosotros "a la altura de los ojos". Sólo a través de esta dimensión humana de Jesús somos capaces de reconocer y aceptar el mensaje divino de amor, misericordia y reconciliación, pero también de rechazarlo. Cuando observamos el estado del mundo, nos damos cuenta de que un gran número de personas ejercen su libertad de decidir en contra de la voluntad de Dios.

Por eso Dios quiere salvar a todas las personas, incluso a las que se han apartado de Él, porque nos ama a todos sin excepción. Sin embargo, debido a su libertad, no puede inmiscuirse en la vida de quienes no quieren saber nada de él. Eso sería manipulación. Dios no manipula, por eso nos necesita.

 Jesús nos ha llamado: La mies es mucha, pero los obreros son pocos. Pedid, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies (Lc 10,2).

La mies es sinónimo de las personas a las que Dios quiere salvar y conducir a su destino final, pero sólo hay unos pocos obreros para esta tarea.

Como en tantos otros pasajes, hay varias condiciones indirectas contenidas discretamente en el texto:

Dios, el Señor de la mies, necesita que seamos capaces de llevarle esta mies. Como respeta nuestra libertad, no envía obreros a su viña por iniciativa propia, sino que espera a que se lo pidamos. Y aquí está el punto crucial: Dios no recluta obreros contra su voluntad. Por eso nos necesita, pero antes debemos mostrarle nuestra disposición a trabajar voluntariamente en su viña. A continuación, también debemos estar abiertos interiormente para que podamos reconocer su llamada y también para que comprendamos lo que debemos hacer en su viña en primer lugar. Esto sólo puede experimentarse en el contexto de la oración de escucha.  Y por último, pero no por ello menos importante, debemos estar interiormente dispuestos a hacer realmente lo que Dios necesita que hagamos. Podríamos experimentar su voluntad, pero luego negarnos a poner en práctica los pasos correspondientes por nuestra libertad.

Por eso, si estamos dispuestos a permitir que Dios nos tome a su servicio, nos hará cada vez más clara su voluntad y, sobre todo, nos ayudará siempre a cumplirla. Nos llevará a su escuela y nos guiará paso a paso, pero nunca nos defraudará. Por eso, sus actos se convierten también en una escuela de confianza, porque a menudo sólo se experimentan en el último momento. Cuando Dios actúa, siempre lo hace "justo a tiempo". Dios nunca es "impuntual". Nuestra confianza a menudo se pone a prueba. Sin embargo, entonces también podrá crecer, porque de vez en cuando podemos experimentar más directamente las acciones de Dios. Con el tiempo, esto nos da cada vez más seguridad y alegría. Es una sensación increíble cuando podemos experimentar y reconocer por los frutos que Dios nos considera dignos de participar en su acción salvadora de pequeñas maneras.

Por eso, si estamos dispuestos a poner nuestra voluntad y nuestra capacidad a disposición de Dios, también podemos pedirle que nos dé sus impulsos e instrucciones con tanta claridad que realmente podamos entenderlos. Dios nunca nos abrumará en el proceso, es un maestro increíblemente bueno.

Dios empieza con pequeños "encargos" que podemos cumplir fácilmente. Cuando recemos, nos enviará "pensamientos" que bien podrían proceder de nosotros mismos y referirse a acciones que nos son fundamentalmente familiares.  Estos impulsos siempre conducirán a más reconciliación, paz, justicia y misericordia en la familia, en el barrio, en el trabajo o donde sea. Cuando Dios reconozca nuestra voluntad de obedecerle, nos guiará paso a paso.

Cada vez comprendemos y percibimos con mayor claridad qué pensamientos e impulsos en el contexto de la oración no proceden de nosotros, porque conocemos la naturaleza de nuestros propios pensamientos desde que nacemos; así aprendemos con el tiempo a distinguirlos cada vez más claramente de los impulsos de Dios.

Cuanto más tiempo sigamos este camino de oración a la escucha, más directamente podrá Dios utilizarnos para sus fines. Nuestra confianza en que no nos estamos "interrogando" a nosotros mismos aumenta con el tiempo, de modo que aprendemos a dejarnos llevar a situaciones en las que nosotros mismos no entraríamos. Al fin y al cabo, no tenemos ni idea de para qué tareas nos necesita Dios. Es como ser guiado como un ciego, no sabemos adónde nos conducen, pero mientras tanto sabemos que podemos confiar incondicionalmente en el líder. Entonces somos capaces y estamos dispuestos a hacer cosas que nosotros mismos no entendemos y que nunca haríamos por nuestra cuenta. Pero cuando luego somos capaces de mirar atrás y darnos cuenta de para qué nos ha utilizado Dios, ello va asociado a una alegría interior difícil de describir, porque somos capaces de experimentar directamente las acciones de Dios una y otra vez.

Hay varios testimonios en el sitio web que muestran claramente cómo Dios guía a las personas que se han abierto completamente a Él. Sin embargo, conviene presentar aquí un ejemplo concreto, porque puede demostrar directamente estas conexiones.

página anterior siguiente página